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CEMAEL | CORAJE Y CONCIENCIA MORAL. Tesina para optar al título de Consejero en Análisis Existencial Junio 2014



CORAJE Y CONCIENCIA MORAL. Tesina para optar al título de Consejero en Análisis Existencial Junio 2014



Pilar Donoso Vera Director : Alfried Längle M.D. Ph.D.

Resumen

 El presente trabajo forma parte de la búsqueda y desarrollo de intervenciones efectivas en el ámbito penal. Se centra en la presentación del trabajo realizado con una persona acusada de abuso sexual a menores que ha sido acompañada desde la concepción de hombre responsable del Análisis Existencial durante el proceso de enfrentar a la justicia y dar cumplimiento a su condena de privación de libertad. El aporte específico de la Teoría de las Motivaciones Fundamentales permitió revisar los pilares que sostienen su existencia, y la aplicación de métodos derivados de ella le han hecho posible sostenerse a sí misma durante el encarcelamiento, el juzgamiento y el cumplimiento de su condena.

1.       INTRODUCCION

“Los abusos sexuales en la infancia quizá sean el último tabú de nuestra sociedad. En cifras totales la pederastia causa más estragos que el alcoholismo, el cáncer o incluso el sida. ¿Por qué no recibe la atención que merece? Debemos dar una respuesta rápida a esta pregunta y disponernos a hacer frente a esa epidemia devastadora.” (Hammel-Zabin, 2005, p.13).

 El abuso sexual de menores es un tema cada vez más tratado a nivel mediático, jurídico, médico y psicológico. Los adultos, y especialmente los padres de familia, entran en situaciones de pánico colectivo frente a la aparición de denuncias en sus 5 entornos cercanos. Sin duda, las implicancias del abuso son un obstáculo para el desarrollo óptimo de un ser humano y todo esfuerzo por contribuir a la sanación de las víctimas es una responsabilidad ineludible, al igual que los esfuerzos por prevenir situaciones de abuso. Detectar los factores de riesgo y generar estrategias de protección para los niños, son tareas de gran envergadura que demandan trabajar con ahínco y lucidez. La victimización requiere de un victimario que es un ser humano cuyo comportamiento resulta incomprensible y causa horror. El horror y el miedo son acompañados de una sanción social unánime para con los abusadores. Ésta se expresa en términos generales en acciones legales de carácter punitivo, con penas de privación de libertad lo más severas posible. Se trata de que su sufrimiento se acerque al sufrimiento de la víctima; es un castigo que, en el mejor de los casos, pueda evitar la repetición de sus actos por temor a dicha consecuencia. El hecho de buscar un condicionamiento para resolver el problema resulta en una reducción conceptual del ser humano, le quita la posibilidad de volver a ejercer su libertad y de asumir su responsabilidad. En términos prácticos limita sus posibilidades de desarrollar recursos personales para comprender el daño que ha causado y decidir cómo actuar en adelante. "La conciencia es un fenómeno humano, y debemos conservarla en su condición humana, antes de caer en el reduccionismo. El reduccionismo es un procedimiento pseudo científico que reduce el fenómeno humano hacia un fenómeno subhumano, o bien lo deduce de él. Por ejemplo, se puede interpretar de forma reduccionista la conciencia considerándola como el mero resultado de procesos de condicionamiento. Pero la conducta de un perro que ha mojado la alfombra y se esconde corriendo debajo del sofá con el rabo entre las 6 piernas no manifiesta conciencia alguna, sino más bien ansiedad anticipatoria –más específicamente, una expectativa temerosa de castigo– y eso sí puede ser muy bien el resultado de un proceso de condicionamiento. Pero no tiene nada que ver con la conciencia, porque la verdadera conciencia no tiene nada que ver con ninguna expectativa temerosa de castigo. En tanto en cuanto el hombre sigue ligado al miedo, al castigo o a la esperanza de un premio (o lo que es lo mismo, el apaciguamiento del superyó) la conciencia no ha salido todavía a escena.” (Frankl, 1999, p. 150).

Sin duda, la privación de libertad ofrece una sanción dura y difícil de sobrellevar, pero sólo protege al entorno durante el período en que un agresor se encuentra privado de libertad. La sanción no modifica su conducta o la comprensión de la misma. Por otra parte, si la persona privada de libertad y condenada no es consciente de la gravedad de sus actos, fácilmente se vivencia como víctima, quedando atrapada en sí misma y sólo percibe parcialmente la situación en que se encuentra.

 “(...) más allá de las estructuras oficiales, la justicia es un tema muchísimo más delicado, más humano, que puede lograrse a pulso íntimo, desde ángulos incluso poco convencionales (...)” (Jackson,V. 2007 pp. 313-314).

El aumento de las denuncias por abuso sexual a menores nos interpela a buscar respuesta a preguntas tales como:

 ¿Qué hace posible que una persona abuse sexualmente de un menor de edad?

 Cuando comete un abuso, ¿la persona está actuando una “decisión”?

Esa persona ¿es consciente del daño que está causando?

¿Cuenta con consentimiento interior para su actuar?

¿Qué necesita un abusador para dejar de serlo?

En nuestro contexto cultural se castiga al abusador desde una perspectiva determinista considerándolo inmodificable. Una condición dada no es elegible, de manera que, estar determinado por los impulsos, traspasando los límites de otro, no es una decisión tomada en libertad desde este punto de vista. Sin libertad, no hay responsabilidad, por lo tanto, al momento de juzgar y castigar aparece una contradicción lógica. Si se asume que un ser humano es responsable y por tanto merecedor de una sanción por su comportamiento, ello sólo es posible en la medida en que se reconozca en él una dimensión en la que, siendo consciente de sí mismo, es capaz de decidir en libertad y con responsabilidad.

En adelante, se mostrará el recorrido compartido por dos personas, una acusada en principio y luego condenada por violación, la otra buscando comprender a ese hombre e interpelarlo para que tomara posición ante sí mismo. “La libertad del hombre incluye la libertad de tomar posición frente a sí mismo, enfrentarse a sí mismo y, con este fin, distanciarse, en primer lugar de sí mismo” (Frankl, 1988, p. 152 ).

 Durante este recorrido se buscó sacar a escena la conciencia y responder a aquellas preguntas desde una situación concreta y aunque particular, humana y real. El daño a un niño, el que sea abusado, no sólo tiene consecuencias en el modo de relacionarse con el entorno y con los otros, pues en último término es su infancia lo que resulta afectado. De igual manera, la experiencia de sobrevivir al horror sin dejar de amar 8 la vida genera una esperanza colectiva. Desde la perspectiva de la culpa es lo mismo; pese a tener una dimensión personal intransferible, toca a quienes forman parte del entorno de un agresor y de todas formas se extiende hasta alcanzar esa dimensión que inevitablemente nos alberga y que lo hace sin distinciones. Cada victimización, como cada acto libre y responsable, tiene consecuencias cuyo alcance va más allá de las fronteras de nuestro intelecto y de nuestros sentidos. De allí la pertinencia de sistematizar y compartir una experiencia esperanzadora llevada a cabo en el ámbito de la aplicación de justicia.

Viktor Frankl describe en detalle las condiciones físicas y psicológicas de los prisioneros en los campos de concentración y cómo éstas los llevaban al límite de sus capacidades haciéndolos irritables e incluso crueles. Surge entonces la pregunta de si el hombre puede escapar a las condiciones que le son dadas. Frente a esta pregunta señala: “Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa, la última de las libertades humanas –la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias– para decidir su propio camino.” (Frankl, 2001, p. 99).

Si bien no es posible modificar una condición estructural o determinada por factores ambientales, sí es posible tomar el propio camino. Este camino personal se pierde si ante las amenazas a la existencia se instalan comportamientos defensivos como una forma de relación con el mundo e incluso consigo mismo. Comprendiendo de qué nos 9 protegemos, cómo lo hacemos y para qué lo hacemos es posible acceder a la persona. Sólo la persona es capaz de elegir, de acuerdo a lo que ella es, cuál será su actitud ante sí misma y ante los otros. Como co-constructor de su identidad y de su vida puede elegir ser victimario o no serlo, y así tomar la responsabilidad legal, humana y moral de su decisión.


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